jueves, 23 de diciembre de 2010

Somos libres en Cristo… para poder honrarle a Él


Asuntos que pertenecen a la categoría de cosas moralmente neutras, podemos dar expresión legítima de nuestra libertad en Cristo, tanto si participamos como si dejamos de participar en tales cosas.

Si llego a la conclusión de que algo es moralmente neutro, que no está prohibido ni mandado en las Escrituras, mi participación en ello o mi no participación, ambas pueden ser expresiones legítimas de mi libertad cristiana. Esa es la enseñanza de Pablo en Rom. 14.

Pablo dice allí que tenemos libertad de comer carne como también tenemos libertad para dejar de comerla; y lo mismo podemos decir en cuanto a guardar ciertos días o beber vino.

Algunos creyentes piensan que la única forma en que pueden manifestar su libertad en Cristo es haciendo todas y cada una de las cosas que son libres de hacer. Pero precisamente porque soy libre en Cristo puedo decidir, en cierto momento y por ciertas consideraciones, restringir mi libertad y no participar de ciertas cosas.

La libertad cristiana es básicamente un asunto del entendimiento; es una disposición interna.

El ejercicio de mi libertad es más bien algo externo que tiene que ver con mis obras y mi conducta.

Internamente puedo saber que soy libre de hacer algo. Yo sé y estoy persuadido en mi conciencia de que soy libre en cuanto a eso. Pero eso no tiene que ser necesariamente manifestado en mi exterior.

Hay algunas consideraciones que debemos tomar en cuenta y que pueden llevarme en mi libertad a restringirme de participar en ciertas cosas. Noten como Pablo establece este principio en Rom. 14:

“No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come. Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite” (Rom. 14:20-21).

Y esto nos lleva a nuestro tercer y último principio general:

En el ejercicio de nuestra libertad cristiana debemos tomar en cuenta el bienestar de nuestras almas y de las almas de otros, sean creyentes o incrédulos:


Veamos rápidamente algunos textos (comp. 1Cor. 6:12; 8:4-9, 13; 10:23-24, 31-33 – obviamente, nuestros hijos deben ser incluidos entre esos a quienes no debemos servir de tropiezo).

Espero que estos hechos y estos principios hayan traído luz sobre nuestras conciencias como cristianos para saber cómo podremos glorificar a Dios en estos días de Navidad y año nuevo.

Hemos procurado ser balanceados en nuestra presentación porque no queremos enseñorearnos sobre la conciencia de nadie. Pero no olviden que, si bien muchas de estas cosas tienen que ver con cosas neutrales, hay otras que no.

Que Dios nos ayude a mantener en alto Su Palabra, de tal manera que todos nuestros familiares, incluyendo nuestros hijos, puedan ver en nosotros un compromiso sin reservas de honrar a Dios antes que a los hombres, de modo que no se pueda decir de nosotros lo que el Señor dijo de los fariseos en cierta ocasión: que anulaban el mandamiento de Dios por guardar sus tradiciones.

Ninguna tradición, por antigua o hermosa que sea, debe interponerse en el camino de nuestra obediencia.

Clamemos a Dios que nos de discernimiento para distinguir entre lo que es una adaptación pecaminosa a las normas del mundo o una justa acomodación a algo que es moralmente neutro, para no poner tropiezos innecesarios al evangelio. Que el Señor nos dé luz para diferenciar estas cosas.


© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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