martes, 22 de febrero de 2011

El adulterio y la sensualidad en el vestir

El adulterio y la sensualidad en el vestir
Por:  Miguel Linares

“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Mt. 5:27-28.

Es indudable que el centro de atención de estas palabras de Jesús está dirigido al varón, y que el peso de la enseñanza contenida en ellas recae mayormente sobre los hombres, y que es a nosotros a quienes se señala como responsables de codiciar y adulterar. No obstante eso, podemos afirmar sin reservas que la mujer no juega un papel enteramente pasivo en el caso que el Señor Jesucristo está planteando en este pasaje.

El espíritu de la Ley

Es probable que hasta el momento en que el Señor pronunció estas palabras, los maestros judíos creían, y así enseñaban a los hombres, que el adulterio se limitara al hecho meramente externo de tener relaciones sexuales con una mujer que no era la propia. Sin embargo, el Señor Jesucristo, en lo que hoy conocemos como el Sermón del Monte, expone delante de ellos, y de nosotros, el verdadero espíritu del séptimo mandamiento, y nos transporta más allá de nuestra carne; nos lleva al plano de nuestros pensamientos e intenciones del corazón, aspectos que juegan un papel determinante en la correcta obediencia de este mandamiento.

Dicho de otra manera, el adulterio tiene dos caras: Una externa, física; y otra interna, espiritual. 
Siendo el lado espiritual e interno el lugar (si se le puede llamar así) donde se origina el pecado que, dependiendo de ciertos factores y circunstancias, puede llegar a ser una realidad en el plano físico. En otras palabras, un hombre puede llegar al adulterio sin tan siquiera haber tocado un solo milímetro de la piel de una mujer. Más aún, puede serlo durante toda su vida. Su vista en combinación con su mente y voluntad, son suficientes para encender sus pasiones pecaminosas y convertirlo en un adúltero.

Sin embargo, a pesar de que el Señor le salió al frente a la deficiente enseñanza de los fariseos en relación al adulterio, y presentó el aspecto intangible de este pecado, al día de hoy no son pocos los cristianos, hombres y mujeres, que ignoramos el poder que una mirada tiene para activar en la mente la concupiscencia y la lascivia. Y más que nunca en la historia, por causa de la sensualidad imperante en el vestir femenino, nosotros debemos reforzar nuestras defensas, pues cada día son mayores las posibilidades de que cualquier cristiano llene sus ojos de adulterio (2Pe. 2:14).

Relación entre el adulterio y la sensualidad femenina

Por eso consideramos imperioso tratar de entender la naturaleza del pecado de adulterio y su relación con la sensualidad femenina en el vestir, pues conociendo esto, tanto hombres como mujeres cristianos, tendremos a nuestra disposición un arma más para combatirlo.

En el texto que sirve de base a este artículo, podemos observar cuatro aspectos de sumo interés para la comprensión de la naturaleza del adulterio. En primer lugar, se debe observar el hecho de que el Señor dirige su advertencia primariamente a los hombres. Esto no significa que las mujeres queden exentas, pero es obvio que por la constitución misma de la naturaleza masculina, somos los más propensos al adulterio. En segundo lugar, debemos advertir el papel protagónico que juegan los ojos y la mente en relación con este pecado. En tercer lugar, no debe pasar desapercibido el objeto que se mira y que luego se codicia, y que puede resultar ser el agente externo que conduzca al adulterio. En cuarto lugar, se debe notar que el adulterio primariamente se gesta y se comete en la mente humana, y luego, como ya dijimos anteriormente, dependiendo de un sinnúmero de factores y circunstancias, puede llegar al aspecto carnal de este pecado.

El objetivo del Señor en este pasaje fue el de proveer a los súbditos de Su reino un correcto entendimiento de la naturaleza y esencia del adulterio, con la finalidad de librar sus almas de una falsa moral. Él tenía delante una gran multitud de hombres que muy probablemente nunca le habían puesto un dedo encima a otra mujer que no fuera su esposa, pero que sin embargo tenían sus mentes llenas de deseos pecaminosos, no por una, sino quizás por muchas otras mujeres. En la medida en que todo hombre cristiano sea más consciente de su propensión natural hacia el adulterio, de su naturaleza y origen, estará más apercibido del potencial del pecado, y podrá defender más apropiadamente su santidad.

El proceso del adulterio en el varón.

Habiendo aclarado esto, debemos dar un paso más y hablar brevemente del proceso del adulterio. El Señor dice que puede iniciarse con una mirada. La mirada que puede llevar al adulterio no es aquella que resulta del simple acto de ver; sino que, según el verbo griego usado por el Señor en el texto, es aquella que resulta de una contemplación especial, de un discernimiento cuidadoso de aquello que se mira. Y es bueno aclarar que esto no quiere decir que se necesite de mucho tiempo, es algo que toma unos breves segundos. Pero si esa mirada nos llevará a pecar o no, es algo que se determina en el plano de la mente. Si el que mira es inconverso, es decir, alguien dominado y controlado por el diablo y el pecado, espiritualmente muerto, irremediablemente pecará. Si el que mira es un cristiano, es decir, alguien a quien Cristo ha dado vida espiritual, y que es gobernado y controlado por el Espíritu Santo, se producirá un choque entre el deseo de la carne y el espíritu (Romanos 7).

Tan pronto como nuestros ojos son impactados, el asunto pasa a la mente, quien es la que descodifica lo contemplado por los ojos, y la que activa la imaginación y pone en funcionamiento la concupiscencia. En este momento ya la mente y el corazón del varón han sido atrapados por el pecado de adulterio. Pero si el encuentro fue casual, es decir, la mujer es una desconocida, y no se dan las condiciones para entablar algún tipo de relación, es muy probable que todo quede en el nivel mínimo de la codicia, y por tanto el hombre no sea movido a tomar ningún tipo de acción. Pero no sucede igual si la mujer que atrapa el corazón lascivo de un hombre está tan cerca como el vecindario, la universidad, el trabajo, etc. En estos casos las posibilidades de que la codicia, que no es otra cosa que un deseo intenso por lo que pertenece a otro, nos lleve a fraguar un plan para tratar de obtener lo que deseamos con pasión, son mucho más altas. Esto puede desembocar en el acto físico del adulterio.

Así que, todo hombre debe conocer cuál es el grado o medida de su debilidad, de modo que pueda tomar las debidas precauciones, cuando se enfrenta a un mundo donde cada día la mujer se viste de manera más sensual. Hoy, como nunca antes en la historia humana, el cuerpo de la mujer es “vestido” para que actúe como un poderoso imán ante la mirada de los hombres.

Cada día millones de mujeres en el mundo se visten expresa y deliberadamente para atraer la mirada de los hombres a varias partes específicas de sus cuerpos.

Los diseñadores de modas conocen muy bien la naturaleza masculina y femenina, y sus diseños para la ropa femenina, desde la interior hasta la exterior, están dirigidos a resaltar aquellas partes de la anatomía femenina que atraen poderosamente la mirada de los hombres. 

Cosas que parecen tan sencillas e ingenuas como un jean que tiene una parte desteñida, en verdad tienen la finalidad de resaltar y llamar la atención de otras partes, para producir un efecto en el varón. Y ni siquiera hemos mencionado el impacto e importancia que la desnudez, parcial o velada, tiene en esto de la sensualidad en el vestir femenino.

Así que, todo hombre cristiano de hoy, conociendo el papel protagónico que juegan los ojos en el proceso del adulterio, debe seguir el ejemplo de Job, y hacer un pacto con sus ojos para no mirar codiciosamente (Job 31:1), además de desarrollar el hábito de hacer su ojo bueno, de esa manera contribuirá activamente a controlar la codicia en su corazón, que, entre otras cosas, le puede llevar al adulterio (Mt. 6:22-23).

Pero, en aras de ser bíblicamente balanceados, creo que es correcto señalar, que las palabras del Señor también aclaran que no toda mirada es codiciosa, es decir, no todo el que mira a una mujer llega necesariamente a codiciarla. Dios hizo todas las cosas hermosas, y dio al ser humano la capacidad de apreciar la hermosura de su creación. Y una de las cosas que Dios puso en el hombre fue la capacidad de apreciar la hermosura y belleza del sexo opuesto. Es la presencia del pecado en nuestros miembros, lo que puede llevarnos a transformar lo bueno en malo.

El protagonismo de la mujer.

Ahora bien, el mandamiento a no adulterar, por ser más proclive en los hombres, casi siempre es tratado teniendo al varón como foco primario de atención. Pero en esta ocasión queremos acercarnos a este mandamiento tomando como punto de partida el agente externo, el objeto que se contempla y que se codicia, y que puede llevar a un hombre a cometer el pecado de adulterio. Nos referimos a la mujer. Y de manera específica nos referimos a la mujer cristiana. 

Toda cristiana debe saber de que será objeto de la mirada de los hombres. Sea que esté en las calles, en la universidad, en el trabajo, como en la iglesia. Y su figura impactará por igual en los ojos de hombres impíos como de hombres piadosos.

La mujer cristiana que no tiene en cuenta que debe cuidar y vigilar su vestido, podría ser usada por el diablo como carnada para atrapar primariamente la vista del varón, y posteriormente moverlo a la codicia. Ella no debe ser ni ignorante ni indiferente a esta debilidad masculina. 

Como guarda responsable de su hermano, debe cuidar su vestido para que no resulte piedra de tropiezo que hace caer. Lo que queremos enfatizar es el hecho de que si bien es cierto que el varón debe cuidar donde pone su mirada, no es menos cierto que la mujer debe cuidar de no mostrarse como fruto de tentación para el varón. Es una responsabilidad compartida. Si la mujer hace tropezar al varón, por causa de un vestir descuidado o no piadoso, él será responsable de su pecado, pero a ella “mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar” (Mr. 9:42).

No estamos descargando la responsabilidad masculina, sino más bien balanceándola, pues conocemos la facilidad con que la mente del varón es atrapada y desviada hacia la lascivia, pero también sabemos que esto se puede magnificar con un poco de ayuda de parte de la mujer, y a eso es precisamente a lo que queremos salirle al frente.

A toda hermana amada que lea estas notas, quisiera preguntarle, ¿qué es lo que quieres proyectar hacia los hombres que te miren, sean estos creyentes o no? ¿Tu cuerpo o tu piedad? ¿Qué quieres que quede en la mente de los hombres que te miren, sobre todo en los cristianos? ¿Tu figura tentadora o tu piedad atrayente?

Mi amada hermana, quisiera que notaras en los versículos que siguen al texto que nos sirve de base, es decir, Mt. 5:29-30, la radicalidad de las medidas que el Señor aconseja a los hombres. En un lenguaje que claramente es figurado, y que jamás debe tomarse como literal, Él les ordena mutilarse: Saca tu ojo derecho; corta tu mano derecha. ¿Sugiere tu forma de vestir que un cristiano tenga que prácticamente optar por este tipo de medidas? Por otro lado, es curioso que el siguiente tema que el Señor trata en Su sermón, sea precisamente el divorcio. ¿Estará pasando por la mente de algún hermano casado la idea de divorciarse, sólo por el hecho de mirarte? ¿Estarás tú provocando en él tales pensamientos sólo por la forma en que te vistes?

En estos últimos tiempos un porcentaje considerable de mujeres cristianas minimizan los pecados que resultan de un vestir sensual. Si tomáramos como ejemplo a una hermana que labora como secretaria en una empresa secular, ella será muy celosa y fiel en no mentir, aun corriendo el riesgo de ser despedida; y no tendrá muchos problemas en apegarse al hecho de que “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29). Pero quizás no tenga la misma actitud al momento de vestir un pantalón de talle bajo con una blusa corta; o un jean más ajustado de lo debido; o cualquier otra prenda que revele o insinúe los contornos de su cuerpo.

Quisiera concluir este artículo, dirigiendo la mente del lector a Ro. 12:1-2: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Si eres un hombre cristiano, presenta tus ojos y tu mente a Dios en sacrificio vivo, y no cedas a la tentación de una mirada. Si eres una mujer cristiana, presenta tu cuerpo a Dios, en sacrificio santo, y no te conformes a la moda sensualmente perversa de este siglo. Amén.



2 comentarios:

  1. Gracias por hacer mencion de ese asunto del vestido, parece no ser digno de importancia; y decimos, nadie se condena por el vestir,Dios lo que mira es el corazon, y no lo exterior. Pero hay unas semillas que estan siendo sembradas por satanas (el hace su siembra y recoge su cosecha; y los hijos de Dios ni nos damos cuenta; la siembra no la percibimos; pero los frutos de esa siembra si nos asusta. Las SUTILEZAS que se han entronado en el corazon de los hombres y de la iglesia, son: insinuacion, sensualidad, atrevimiento,seduccion, erotismo exhibicionismo; y dan sus frutos adulterio, fornicasion,pornografia, violaciones etc.
    Los expertos dicen que los hombres reciben estimulos por la vista,(si hay un estimulo, debe haber una reaccion, y si no hay una reaccion algo debe estar funcionando mal); seria bueno refleccionar, y ver, como estan reaccionando los varones a los estimulos que estan recibiendo, pormedio de las modas que el maligno impone a la mujer en especial. Periodicamente satanas da ORDENES,(atravez del concepto de la moda, y otros elementos que el comun de la gente no percibimos). La moda no esta gobernada por un espiritu de Santidad, pudor, o respeto. El pricipado, gobernador, o cualquier otra jerarquia es mas bien, un espiritu de INSINUACION, SENSUALIDAD, SEDUCCION, EROTISMO, ATREVIMIENTO, EXHIBICIONISMO, Y ABUSO; postrando una vez mas a la mujer; pues la vuleve dependiente, y OBEDIENTa su antojo. La moda dice, minifalda, y hay una obediencia inmediata, y si el marido, o el padre de familia dice no me parece bien, eso no importa, importa estar a la moda, aunque las hagan salir a la calle en pantimedias estampadas (llamadas leggis); o en trasparencias, o con prendas descotadas insinuantes: Cuando una persona se ajusta una prenda a su cuerpo, o se ciñe la tela a su cuerpo practicamente se desnuda

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  2. El hombre se ha encargado de modelar inadecuadamente a la mujer y a las nuevas genraciones con estilos de vida abusivos y agresivos. La prenda mas exhibicionista que se haya sacado al mercado es el pantalon, Para el hombre y para la mujer; y nos escudamos en la cultura y la modernidad, o la moda; estan son las mejores excusas, o justificasiones que esgrimimos.
    La mayoria, (no todos),pero si la mayoria de Diseñadores de moda, son homosexuales, y parece que en el pueblo de Dios no hay quien haga esta labor en forma decente. Pasa como le ocurrio al pueblo de Dios en el relato de I samuel 13: 19 ; israel dependia de los filisteos para que les afilaran sus espadas pra ir a la guerra; y en este tiempo dependemos de este tipo de (diseñadores) filisteos que diseñan las prandas de vestir aun de los varones; que sus diseños afecvtan la salud, y la calidad de vida de las personas

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