domingo, 8 de mayo de 2011

Sugel Michelén: El corazón del evangelio: Dios justifica al impío


Cuando Pablo dice en Gal. 2:16 que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Cristo, ¿a qué se refiere? ¿Qué significa ser justificado? Esta palabra es usada en la Biblia en un contexto judicial. Cuando un hombre es traído delante de un tribunal para ser juzgado, allí será condenado o será justificado;  en otras palabras, será declarado culpable o inocente.

Dice en Pr. 17:15: “El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a Jehová”. En otras palabras: declarar inocente a un culpable, o culpable a un inocente, ambas son acciones aborrecibles a los ojos de Dios. El culpable debe ser condenado y el inocente debe ser absuelto o justificado.

De manera que ser justificado no es otra cosa que recibir una declaración de inocencia en el tribunal. Y es en ese mismo sentido que se usa la palabra “justificación” en el evangelio.

Es un acto de Dios por medio del cual somos perdonados y aceptados como justos en Su presencia. Por medio de la justificación la condición legal del pecador delante de Dios cambia completamente.

En Rom. 4:3 Pablo cita el texto de Gn. 15:6 donde dice que Abraham le creyó a Dios “y le fue contado por justicia”. Él creyó, y a partir de ese momento Dios lo trató como si fuera un hombre justo.

Luego Pablo nos hace ver que esta no fue una experiencia exclusiva de Abraham, sino que esta historia ilustra lo que Dios hace con todo pecador cuando lo justifica: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Rom. 4:4-5).

Lo mismo que sucedió con Abraham sucede con cualquier pecador que deposita su fe en aquel que justifica al impío: su fe le es contada por justicia. Es así como Dios justifica al pecador, dice Pablo, como lo hizo con Abraham. Y para que no haya ninguna duda, Pablo continúa diciendo en los versículos 6-8:

“Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”.

Pablo está citando aquí el Salmo 32 para probar que su mensaje no era nuevo. Todo el que ha sido salvado por Dios a través de todas las épocas es porque Dios le ha atribuido o acreditado justicia sin obras. En palabras más sencillas, cuando somos justificados Dios nos atribuye haber vivido una vivido una vida justa, como si nunca hubiésemos violado ningún acápite de Su ley.

Un hombre puede haber cometido un crimen y ser encerrado por años en una institución penal. Cuando cumpla su condena, a los ojos de la sociedad será un criminal perdonado. Pero cuando Dios justifica al pecador, no lo ve meramente como un pecador perdonado, sino más bien como una persona justa que ha cumplido perfectamente Su ley moral.

Por otra parte, un juez puede descargar a un acusado, declararlo inocente, y no volverle a ver nunca más en su vida. Pero cuando Dios justifica al pecador, no sólo lo absuelve, sino que también lo adopta como hijo, con todos los derechos y prerrogativas que eso implica.

Alguien puede estarse preguntando: “¿Pero cómo puede ser posible que Dios haga algo así?” Esa es la segunda pregunta que quiero responder en esta ocasión: ¿Cómo puede Dios justificar de ese modo a un pecador culpable y seguir siendo justo? Eso lo veremos en la próxima entrada, si el Señor lo permite.


© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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