En los últimos años han surgido detractores del Halloween que basan su repudio en el simple hecho de que no se trata de una fiesta mexicana o latinoamericana, sino anglosajona. En cambio, promueven abiertamente la celebración del Día de Muertos del 2 de Noviembre por considerarla una tradición digna de ser preservada, una manifestación de nuestra cultura y de nuestros orígenes ancestrales. Un dicho mexicano extraído de las peleas de gallos diría al respecto: “pues… tan malo el pinto, como el colorado”.
La tradición mexicana consiste en constuir altares dedicados a los espíritus de los familiares y amigos muertos, con la creencia absurda de que éstos volverán de ultratumba a consumir los alimentos, bebidas y flores que les son dedicadas como ofrenda. Nada más lejos de la orden de Dios de no invocar a los muertos, costumbre de pueblos paganos que, así como infiltró la casa misma de Israel en los días de la desobediencia del rey Saúl, cuenta con un lugar en la fe -errada- de diversos grupos de creyentes hoy en día, e incluso llega a ser la fiesta más importante del año en muchos pueblos.
El pastor Chuy Olivares aborda este asunto en un profundo estudio que nos da luz al respecto.
La Biblia es tan clara al repudiar fiestas como el Halloween y el Día de Muertos que, mire usted, una misma escritura basta para derribar cualquier argumento a favor de ambas:
Dt. 18:10-12 “No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas…”
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